domingo, 14 de febrero de 2010

QUE ME DEJEN EN PAZ CON LA CRISIS

La situación en el país es de extrema gravedad, más de cuatro millones de parados pone a muchas familias al borde del abismo.

Los recursos del gobierno son más que limitados, yo creo que ni existen, un presidente sin ninguna credibilidad que incluso a forzado a el Rey de España a pedir a los sindicatos un gran acuerdo.

La última crisis que recuerdo corría por el año 1993, año de mi ingreso en la función pública, en aquel momento a los funcionarios se nos congeló el sueldo, entre otras muchas medidas, con el fin de poder salir de aquella situación. Después han venido los años de bonanza, años de vacas muy gordas para algunos.

Durante estos años, he podido ver como gentes sin apenas estudios, tenían un trabajo y se permitían cambiar de coche cada dos años, coches de alta gama (BMW, Mercedes), se compraban viviendas en las zonas más "in", y alardeaban de esos magníficos sueldos que les hacían gozar de todo tipo de caprichos.

Mientras estos despilfarraban el dinero, nosotros los funcionarios seguíamos teniendo un sueldo medio, que tan solo nos daba para pagar la hipoteca de una vivienda media, y con algún esfuerzo disfrutar de una semana de vacaciones ene l periodo estival.

Durante años, de los funcionarios nadie se ha acordado, nadie no es cierto, a mi muchos me han refregado por las narices sus magníficos sueldos, sueldos que triplicaban el mío y sin tener que llevar una pistola en la cintura.

Ahora este gobierno de pacotilla que los españoles hemos decidido tener, ha pensado que los funcionarios cobramos mucho, que somos muchos funcionarios y que eso de que a los funcionarios no se nos pueda despedir, pues de eso nada.

A este gobierno que parece que le falta un par de horas de placenta, yo le digo que nos deje en paz, que se olvide de nosotros como se han olvidado durante los últimos veinte años, y que si los que cobraban el triple que nosotros ahora no pueden mantener ese tren de vida, yo solo les recomiendo que cada noche antes de acostarse lean ese magnífico cuento que habla de una hormiga y una cigarra, y que vean con cuál de las dos se identifican, pues yo cuando lo leo estoy seguro de ser la hormiga que durante años ha escuchado los cantos y las alegrías de las cigarras.