sábado, 14 de noviembre de 2009

ADIOS PAPÁ

A las dos de la madrugada del 29 de agosto de 1990 se apago la luz de sus ojos, una luz que durante seis largos meses de enfermedad se fue mermando.

A las dos de la madrugada su mano dejo de apretar la mía y fue cuando me di cuenta que ya nunca más escucharía su voz, que nunca podría volver a sentir su aroma cerca de mí y que nunca lo podría volver a abrazar y decirle lo mucho que lo quería

Cuando a las dos de la mañana de aquel 29 de agosto mi padre se marcho, sentí como me arrancaban algo de dentro de mis entrañas, sentí que el estomago se me encogía al tiempo que veía como una lagrima se deslizaba por su mejilla.

Aquel día y a aquella hora fueron muchos los sentimientos encontrados, la tristeza de perderle y el sosiego de verlo dejar de sufrir, la satisfacción de nunca haberlo defraudado y siempre haber estado a su lado para hacerle la vida más fácil, la alegría de saber que siendo su único hijo nunca necesitó otro que le llenara su vida.

Hoy 19 años más tarde, un amigo ha tenido que ver como esa luz se apagaba, como ese padre que le dio la vida se marchaba de su lado, se ha sentido solo aun estando rodeado de la gente que lo quiere, y como a mí me ocurrió, nadie lo ha podido consolar.

Hoy, 19 años más tarde, me uno a tu duelo como si fuera el mío propio.

Un fuerte abrazo